BREVE HISTORIA DE LA VIRGEN DE GUADALUPE

Es importante el contexto histórico de la aparición de la Virgen de Guadalupe; para entender el significado que rodea la figura de Juan Diego.
El régimen de los aztecas era teocrático y guerrero, es decir, la vida social era dirigida por su religión. Dentro de sus divinidades existían tres grandes dioses. Tezcatlipoca era el dios de la noche y los guerreros. Quetzalcóatl, la serpiente emplumada era el creador del hombre , protector de la vida y la fertilidad. Huitzilopochtli era el dios del y de la guerra, al cual se solía ofrecer sacrificios. Tláloc era el dios de la lluvia y del rayo. El común denominador de estas divinidades según la creencia azteca era que pedían sacrificios humanos, bien sea de niños, jóvenes o enemigos capturados y rituales caníbales.
Se calcula que los aztecas llegaron a asesinar alrededor de 15.000 a 20.000 víctimas por año.

En el año 1521 los españoles conquistan las capital azteca y la reacción hacia la nueva religión, la católica, que les prohibía sacrificios , iba creciendo cada vez más. Ya parecía próximo un levantamiento sangriento en contra de una minoría española que los dominaba, los españoles. Durante este periodo es cuando la Virgen de Guadalupe se aparece a Juan Diego.

Apariciones Guadalupanas

El misionero Fray Toribio de Benavente relata que después de seis años de las apariciones de la Virgen de Guadalupe, se convirtieron al cristianismo nueve millones de indios.
Antes de las apariciones, había pocas conversiones, Juan Diego fue una de ellas.
Los aztecas adoraban el sol y la luna. En la tilma, la Virgen refleja el sol, cuyos rayos salen detrás de ella. La luna esta bajo sus pies.
He aquí un fragmentode la narración que hace el escritor indígena del S. XVI, don Antonio Velriano en el «Nicán Mopohua».

hermosa guadalupe

«Nicán Mopohua»

(12°. edición, Buena Prensa, México, D.F., 1971, págs. 3-19.21)

Un sábado de 1531, a pocos días del mes de diciembre, Un indio de nombre Juan Diego iba muy de madrugada del pueblo en el que residía a Tlatelolco, a tomar parte en el culto divino y a escuchar los mandatos de Dios. Al llegar junto al cerrillo llamado Tepeyac, amanecía y escuchó que le llamaban de arriba del cerrillo:
» Juanito, Juan Dieguito, «.

El subió a la Cumbre y vio a una señora de sobrehumana grandeza, cuyo vestido era radiante como el sol, la cual, con palabra muy blanda y Cortés, Le dijo: «Juanito, el más pequeño de mis hijos, sabe y te entiendo que yo soy la siempre Virgen María, Madre el verdadero Dios por quien se vive. Deseo vivamente que se me erija un templo, para él Mostrar y prodigar todo mi amor, compasión, auxilio y defensa a todos los moradores de esta tierra y a los demás amadores míos que me invoquen y en mí confíen. Ve al obispo de México a manifestarle lo mucho que deseo. Anda y pone en ello todo tu esfuerzo». 

Cuando llegó Juan Diego a presencia el obispo Don Fray Juan de Zumárraga, religioso de San Francisco, éste pareció no darle crédito y le respondió: «otra vez vendrás y te oiré más despacio»

Juan Diego volvió a la Cumbre del cerrillo, donde la señora al cielo le estaba esperando y le dijo: «

«Señora, la más pequeña de mis hijas, niña mía, expuse tu mensaje al obispo, pero pareció que no lo tuvo por cierto. Por lo cual te ruego que le encargues alguno de los principales que lleve tu mensaje para que le crean, porque yo soy solo un hombrecillo. «

 Ella le respondió:

«Mucho te ruego, hijo mío el más pequeño, que otra vez vayas mañana a ver al obispo y le digas que yo en persona, la siempre Virgen Santa María, Madre de Dios Yo soy quien te envío.» Pero al día siguiente, domingo, el obispo tampoco le dio crédito y le dijo que era muy necesaria alguna señal para que le pudiera creer que le enviaba la misma Señora del cielo. Y le despidió.

El lunes, Juan Diego ya no volvió. Su tío Juan Bernardino se puso muy grave y, por la noche, le rogó que fueran Tlatelolco muy de madrugada a llamar a un sacerdote que le fuera a confesar.

Salió Juan Diego el martes, pero dio vuelta al cerrillo y pasó al otro lado, hacia el Oriente, para llegar pronto a México y que no lo detuviera la Señora al cielo. Más ella le salió al encuentro a un lado del Cerro y le dijo:

«Oye y ten entendido, hijo mío el más pequeño, que es nada lo que te asusta y aflige. No se turbe tu corazón ni te inquiete cosa alguna. ¿No estoy yo aquí porque yo soy tu madre? ¿No estás bajo mi mi sombra? ¿No estás, por Ventura, en mi regazo? No te aflija la enfermedad de tu tío. Está seguro de que ya sanó. Sube ahora, hijo mío, a la Cumbre del cerrillo, donde hallarás diferentes flores; córtalas y tráelas a mi presencia. «

 

cuando Juan Diego llegó a la Cumbre, se asombró muchísimo de que hubiesen brotado tantas exquisitas rosas de Castilla, porque a la sazón en encrudecía el hielo, y las llevó en los pliegues de su tilma a la Señora al cielo. Ella le dijo:

«Hijo mío esta es la prueba y señal que llevarás al obispo para que vea en ella mi voluntad. Tú eres mi embajador muy digno de confianza.»

Juan Diego se puso en camino, Ya contento y seguro de salir bien. Al llegar a la presencia del obispo le dijo «señor, hice lo que me ordenaste. La señora del cielo condescendió a tu recado y lo cumplió. Me despachó a la cumbre del cerrillo a que fuese a cortar varias rosas de Castilla, y me dijo que te las trajera y que a ti en persona te las diera y así lo hago, para que en ellas veas la señal que pides y cumplas su voluntad. Helas aquí: recíbelas. «

Desenvolvió Luego su blanca manta, y, así que se esparcieron por el suelo todas las diferentes rosas de Castilla, se dibujó en ella y apareció de repente la preciosa imagen de la siempre Virgen Santa María, Madre de Dios, de la manera que está y se guarda hoy en su templo en Tepeyac.

La ciudad entera se conmovió, y venía a ver y admirar su devota imagen y hacerle oración, y siguiendo el mandato que la misma Señora del cielo diera Juan Bernardino cuando le devolvió la salud, se le nombró como bien había de nombrarse:» La siempre virgen Santa María de Guadalupe. «

AQUÍ ENCONTRARÁS ORACIONES DEDICADAS A LA

Virgen de Guadalupe

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